Descripción:
El interés suscitado recientemente por cuestiones de alimentación declara que no es posible mantenerse al margen de cosa tan acuciante como lo es el comer, pues no es sino comiendo que se vive, y no es sino viviendo que se hace arte y cultura. Al volver la vista a la historia del arte, la cocina y la gastronomía se descubre no sólo que la historia de las tres disciplinas es emocionante, sino que desde antiguo han guardado relaciones abundantes. En las pinturas rupestres su sentido religioso se conjuga con el artístico y gastronómico. Las naturalezas muertas o los bodegones, avant la lettre, de Egipto, Grecia y Roma, además del llamamiento espiritual que hacen a sus espectadores, recuerdan los usos y costumbres alimentarios de dichos pueblos. La vida de las ciudades holandesas quedó retratada en naturalezas muertas de mercados y carnicerías. Éstas no sólo educaron en el humanismo, enseñaron, también, a servir la mesa. La palabra utilizada en español para nombrar estos cuadros, bodegón, recuerda la bodega o despensa, lugar de acopio de los alimentos. Dos casos extraordinarios son el de Leonardo da Vinci y el de Gioacchino Rossini, ambos artistas y ambos interesados por la cocina. El siglo XX está lleno de artistas que usan la cocina y la comida para hacer arte: Daniel Spoerri, Alison Knowles, Martha Minujín y Rirkrit Tiravanija. La propuesta de esta tesis es teórica y documental. El asunto es las posibles alianzas, dialógicas se sugiere, entre el arte, la cocina y la gastronomía. Se sostiene que la cocina y la gastronomía no son arte, pero sí se relacionan y entablan un diálogo. No se plantea el caso de que se trate sólo de disciplinas distintas, sino que se influyen. Esta influencia ya fue documentada críticamente, con sus dificultades, por Alfonso Reyes, por mencionar un caso.