Descripción:
En este trabajo intentamos explicitar el modo en que se configura el trasfondo espiritual de la Filosofía moderna, a partir de una lectura comparada de René Descartes y Blaise Pascal. Estos dos genios del pensamiento francés del siglo XVII, si bien tuvieron poco contacto en vida, han pervivido como insignias o emblemas de dos formas de pensamiento que de suyo parecen ser opuestas. Y es precisamente esa oposición tan marcada en sus figuras la que intentamos explorar aquí. Primero, exponemos en forma sucinta la configuración de los diversos talantes espirituales que dan forma a la fractura de la antropología moderna que tiene lugar al interior de la cristiandad, y con la cual coinciden las figuras de los filósofos de cuyo pensamiento nos ocupamos aquí. Después, presentamos el modo en el que la filosofía cartesiana condiciona posiciones centrales en el pensamiento de Pascal, además de que analizamos los elementos esenciales que dan forma a las consideraciones más significativas del autor de los Pensamientos, y que en la posteridad tendrán relevancia sumamente importante en la forma en que una parte de la Modernidad concebirá, por ejemplo, las relaciones entre fe y razón. Luego de ello, nuestro trabajo hace una reconstrucción del trasfondo espiritual del cartesianismo y muestra cómo siendo opuesto al de Pascal, tiene una ponderación muy diferente de la metafísica y del objeto que debería tener ésta, así como también condiciona aquello el tratamiento que las relaciones entre fe y razón reciben al interior del pensamiento de Descartes. Finalmente, ofrecemos un breve análisis de las consecuencias que en nuestro tiempo tiene el hecho de que una parte de la modernidad triunfante separe radicalmente a la fe de la razón, al punto de censurar incluso las preguntas en torno a Dios, a la verdad, y tópicos similares del discurso filosófico, mostrando que si por un lado, la agudeza de la crítica pascaliana a la filosofía de Descartes es necesaria más que contra Descartes contra cierta modernidad anti cartesiana que, paradójicamente, se presume cartesiana, también es cierto que esa misma crítica, radicalizada, pone en riesgo la posibilidad de hacerse cargo racionalmente de las preguntas sobre a constitución última de la realidad, objeto fundamental de la filosofía misma.